
Era de imaginarse el cambio sustancial que sufriría el PAN y los panistas a raíz de haber conocido y estado en el poder, de haberse convertido en la principal fuerza política y haber logrado triunfos contundentes, no sólo en el Ejecutivo, sino en gobiernos de entidades importantes, en el Congreso de la Unión, así como diversos ayuntamientos en todo el país.
Existe aún el recuerdo de personajes con una riqueza cultural y política de gran magnitud como Manuel Gómez Morín, Efraín González Luna, Miguel Estrada Iturbide, Rafael Preciado Hernández, quienes sostenían que la transformación hacia un México mejor y democrático debía ser a través del pensamiento, de propiciar una revolución basada en las ideas y no en las armas.
Así, crean un partido que tiene como principios y valores fundamentales el reconocimiento y respeto a la eminente dignidad de la persona humana; el bien común; la solidaridad y la subsidiariedad, todo ello derivado del humanismo político.
Sin embargo, a pesar del papel preponderante y fundamental que representaría Acción Nacional a través de los años, y que muchos de sus esfuerzos electorales fracasaron por el atropello, el fraude y la represión por parte del gobierno, los pocos militantes que se atrevían a incursionar activamente en sus filas, seguían siendo para muchos una pieza importante dentro del juego político de México, el contrapeso que podía llegar a ser muy incómodo al gobierno pero que despertaba la conciencia de muchos mexicanos.
En Michoacán, la situación era muy parecida, un PAN con una estructura pequeña pero bien organizada que tenía entre sus filas a personas distinguidas y de reconocido valor intelectual y probada honestidad, que trabajaban en el fortalecimiento de su estructura y en la difusión de sus ideas.
Al paso del tiempo cambió la forma de trabajar y la interrelación con la sociedad, se observaba un partido un poco más cercano a los ciudadanos, con una mayor apertura hacia la sociedad, más interesados en incrementar el número de sus militantes, aunque aún con muchas reservas, una relación cordial y muy estrecha entre sus miembros, como si fuese casi, casi un club.
Sin embargo, les seguía constando trabajo penetrar en ciertas zonas, sobre todo las marginadas, pues la idea creada de que los panistas son personas de posición económica desahogada, estudiados, perfumados y que andan sólo por las banquetas, pesó mucho por un buen tiempo, y ello lo aprovecharon muy bien partidos como el PRI y PRD que calificaron al PAN como un partido de élite.
La coyuntura que llegó al final del sexenio del ex presidente Zedillo, favoreció al entonces candidato panista Vicente Fox, quien tenía una personalidad fuera de lo común, relajada pero firme, un fenómeno que causó impacto entre los mexicanos y no pasó desapercibido en ningún momento, y aunque había ciudadanos a quienes no les simpatizaba, la realidad es que también muchos hicieron efectivo el famoso “voto útil” y el resultado fue una copiosa votación a favor del blanquiazul.

Pero pronto cambiarían muchas cosas al interior del partido. Algunos panistas michoacanos, que hasta entonces eran desconocidos y que se arriesgaron ese año a salir como candidatos a las diputaciones y alcaldías, vieron coronados sus escasos esfuerzos de campaña en contundentes triunfos, gracias al efecto Fox.
Ello transformó la perspectiva de los panistas, pues ahora se daban cuenta de que a pesar de no contar con un proyecto propio importante y bien estructurado para una campaña, se podía ganar. Sólo era necesario invertir más dinero, promocionar, no tanto sus figuras, sino más bien los símbolos del PAN, privilegiando la mercadotecnia.
Es así como se empiezan a pelear los espacios, se crean grupos de poder al interior. Si antes se decía que el PAN pertenecía a unas cuantas familias, que no era exactamente así, ahora ese partido estaba en manos de grupos encabezados por militantes que se sentían con el derecho de dirigir y definir el rumbo del blanquiazul, y otros más que contaban con el apoyo y respaldo de panistas de nuevo ingreso afiliados con el propósito de fortalecer y hacer efectivos los incipientes liderazgos.
El choque entre los grupos se hizo cada vez más evidente y se radicalizó. De igual forma las negociaciones, acuerdos y colusiones entre unos cuantos para obtener mayores prebendas y espacios empezó a ser parte de la vida interna de ese partido.
Aunque los reglamentos y estatutos dictan que es la Asamblea el órgano máximo del partido, en la que se toman las principales decisiones, lo cierto es que su estructura e integración permiten que sea manipulada por los propios grupos y, por ende, los resultados de los acuerdos que de ella trascienden.
Actualmente, en Michoacán existen dos grandes corrientes al interior del partido: los tradicionales o doctrinarios, entre los que se encuentran el diputado local Francisco Morelos Borja, el delegado federal de SEDESOL Luis Mejía Guzmán, el senador José González Morfín y el diputado federal José Luís Espinosa Piña.
Los llamados neopanistas o pragmáticos, entre los que están el ex diputado local Benigno Quezada Naranjo y el senador Marko Cortés Mendoza, entre otros. Así mismo surge la figura del actual secretario de la Función Pública, Salvador Vega Casillas, quien intenta crear otro grupo más.
La transformación que hemos visto en el PAN en el estado es parte de la descomposición general de ese instituto político, desde el triunfo de Manuel Espino como presidente nacional del blanquiazul, en una elección muy reñida y competida como nunca antes, en donde Carlos Medina Plascencia quedó sólo 21 votos por debajo del ganador.
En esa elección se hizo gala de la operación político electoral que no era práctica común entre los panistas, y que cada vez se utiliza más.
Por primera vez el PAN tenía un Presidente de la República y un Comité Ejecutivo Nacional a modo, que trabajó meticulosamente para abrir espacios en todas las estructuras de gobierno y del partido a militantes y adeptos al grupo en el poder.
Al llegar Felipe Calderón a la Presidencia de la República, la historia se repite. Ésta vez el panismo tradicional intenta recuperar los espacios perdidos, a través del triunfo bien manejado de Germán Martínez al frente del CEN.

Por ello no es difícil entender tantos cambios y reacomodos a partir del arribo de los doctrinarios. Es así como se da una ya esperada remoción de Santiago Creel como coordinador del PAN en el Senado, aunado esto a otras muchas circunstancias.
Cabe recordar que Santiago Creel Miranda compitió en la elección interna para la Presidencia de las República contra Alberto Cárdenas y Felipe Calderón, en una contienda muy intensa y que provocó el desgaste y la confrontación entre los grupos como nunca antes, pues se esperaba que el ex secretario de Gobernación fuera el candidato único, con todo el respaldo de la Presidencia de la República.
En este escenario, es previsible que las pugnas internas dentro del PAN se agudicen, pues lo cierto es que, a pesar de que Felipe Calderón ha logrado colocar gente de su confianza en puestos estratégicos, no tiene aún todo el control del partido.
Ejemplo de esto es Michoacán, en donde a pesar de contar con delegados federales afines, y de que el Comité Estatal está encabezado por el tradicionalista Germán Tena Fernández, casi todas las secretarías y direcciones se encuentran en poder del grupo que lidera Marko Cortés.
Los grupos se reacomodan y empiezan a mover ya sus cartas, para preparar el terreno, mediante acuerdos y alianzas que a veces parecen inverosímiles, pero que sin embargo son parte del mismo juego.
En este sentido, las cosas llevan ya una tendencia al desgaste y a la transformación de un instituto político, que ya poco tiene que ver con sus orígenes.
Sin embargo, aun quedan muchos ciudadanos que aún creen en su filosofía y que ven al PAN como el partido capaz de cambiar al país y revertir el daño que por tantas décadas se le hizo a México.
Menuda tarea y responsabilidad pesa en los dirigentes y en las cabezas de los grupos para recomponer el sentido, recuperar el rumbo y responder a las expectativas que la población les ha puesto en sus manos.